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A veces, en la vida pasa igual; vas viviendo y te despiertas de repente, hay algo que hace que te despiertes y que lo veas todo diferente. Los despertares de la vida también pueden ser por pesadillas, por ruidos, por malas digestiones o por algo que no esperas; en algunos casos, como me pasa a mí estas noches, en la vida tampoco te despiertas porque te dé la gana y la mayoría de las veces, este despertar sorprendente también te da miedo. El miedo se sitúa en el cauce de lo desconocido, es la respuesta a lo que te sorprende o puede sorprenderte y no se controla. Quién no vive, en un momento o en otro de su vida, situaciones incontrolables.
Lo complicado del descontrol o el "incontrol" no es lo que pueda suceder inmediatamente, es lo que a la larga pueda suceder y eso influya en el devenir de tu propia vida. Lo inmediato es momentáneo, te "deja grogui" y te tambaleas, pero recolocas tu posición y sigues adelante; pero... ¿qué pasa cuando miras lo que puede suceder con tu vida, a la larga, y qué es lo que vas a hacer tú?. En este caso, el miedo te ralentiza, que no paraliza, te hace andar con cautela y muchas veces pierdes la capacidad de ser osado, de seguir adelante con lo que te habías propuesto.
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En estos días de despertares nocturnos, en estos días de miedos, en estos días de manos tendidas, en estos días de riesgos en el camino, en estos días..., quiero seguir caminando, paso a paso, con miedo pero sin paralizarme, con lentitud pero hacia adelante, pero sobretodo... con ilusión, convencido de que merece la pena y con toda la decisión.