martes, 15 de julio de 2008

Metáfora

Va pasando el tiempo y no sé porqué, cada vez más deprisa. Supongo que la vida tiene esas ganas de fastidiarte cuando menos te interesa; parece que ella se empeña en amargarte cuando las cosas van bien, haciéndolas breves y en cambio, parece que el tiempo no pasa cuando a ti, cabezón empecinado (lógicamente, me refiero a la primera acepción), te interesaría que ni siquiera estuviese ocurriendo algo que va mal.

Uno se siente en ciertos momentos muy frágil, quizás demasiado recordando lo seguro que estaba de sí mismo hace algún tiempo; pero es algo que va llegando, el tiempo que pasa, la vida que te da y quita cosas, los sobresaltos que normalmente relacionados con la familia o el trabajo te van golpeando y también, la nueva forma de sentir las sensaciones, los sentimientos, las amistades, los amores... Pero la fragilidad va unida a la delicadeza, al cuidado; siempre me ha impresionado cómo una mariposa es capaz de pararse con delicadeza sobre una flor, quizás con pétalos más ligeros que las alas de la propia mariposa, y su contacto no altera en lo más mínimo la seguridad con la que el pétalo se sujeta al tallo. Luego, con más cuidado si cabe, la mariposa roza, casi acaricia, el interior de la flor, sus patas se impregnan de la vida de la flor y suavemente se aleja, una vez que ha conseguido extraer lo más íntimo de esa vida.

El ser humano, en este caso yo, se puede sentir frágil, inseguro..., pero extrañamente no corresponde con la serenidad y el aplomo que uno va adquiriendo con el paso del tiempo, ese tiempo que la vida se empeña en demostrarte que va muy deprisa. Yo soy capaz de ir dando pasos, incluso saltos, seguro y no dudando dónde colocar mis pies; pero también es cierto que, una vez que has dado uno de esos pasos, te encuentras en el difícil equilibrio de querer asegurarlo o arriesgarte a avanzar un poco más. Yo que a veces tonteo con la neurosis no puedo olvidar que es en los sentimientos, en las sensaciones, donde uno es más frágil, inseguro y es donde, para contrarrestarlo, uno ha de ser mas delicado y cuidadoso.

Cuando dos personas, en su complicidad, desean descubrirse, desean obtener del otro lo más íntimo, lo más vital, y hacer de ello una aventura, un atrevimiento, no puedo más que imaginar el roce de esa mariposa sobre los pétalos de una flor. Pero cuando una persona como yo, en la que la vida pasa cada vez más deprisa, se atreve a ser sincero, directo, casi desafiando a la coherencia, no puede menos que temer hacer o hacerse daño. Hay flores con espinas y la habilidad de una mariposa, su delicadeza, supongo que conseguiría esquivar las espinas. En muchas relaciones, en las que a mí me tocan, me gustaría encontrar el justo equilibrio entre la sinceridad, la delicadeza, el equilibrio y la metáfora.

Para ejemplo de metáfora, la canción de un amigo, un poeta que, aunque no es el número uno en ninguna lista, quizás sea el número uno en la metáfora. Te lo dedico a ti, a esa persona que me hace cómplice en la delicadeza, en la inseguridad y sobretodo en la sinceridad.



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