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Un muro, cualquier muro y quizás muchos muros, han impedido que durante estos días haya podido hablar de mi laberinto de emociones, sentimientos e ideas. Nada grave, por otro lado, si consideramos que cada individualidad vive cualquier día grandes cantidades de crisis, minicrisis o policrisis. He de insinuar (que no afirmar) que el silencio, una vez más, ha sido muy relajante; el silencio que en otros momentos me daba pavor, hoy me da tranquilidad. Permitidme un guiño de complicidad porque sé que añoráis mis palabras o más bien, añoráis mis añoranzas; yo añoro el poder comunicar, añoro el poder sentir, añoro el poder estar cerca de los que quiero, añoro el poder reír, añoro..., ¡vaya! añoro el poder.
Puedo perderme en un laberinto de sentimientos, emociones, deseos y pasiones; puedo perderme en un mar de dudas, en un mar de indecisiones, en un mar de ilusiones; puedo perderme en mí mismo, puedo perderme contigo, con vosotros o con ellos, pero no puedo perderme de mi realidad. La realidad te envuelve, la realidad es dura e infranqueable como un muro, la realidad es engañosa como un laberinto, la realidad es transparente como la alegría.
A veces la vida es un muro y otras veces, la vida es un laberinto. No sé si prefiero un muro o un laberinto en mi vida; uno es duro y el otro es un lío. Claro que visto desde arriba todo se simplifica.
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Prefiero la transparencia a la divinidad; una larga época de mi vida intenté ser divino y casi lo consigo, la verdad es que mi humildad me impidió llegar a tal estado. No hablaba en serio; bueno, sí. No he hablado en serio cuando he comentado que mi humildad es la culpable de mi divinidad frustrada; sí he hablado en serio cuando he dicho que intente ser divino... y casi lo consigo, por lo menos eso es lo que yo me creí y algunas personas que me rodeaban me hicieron creer. La cruda realidad que con el tiempo se apareció, como un ser divino, se transfiguró en una película con tintes tragicómicos. Pero no voy a "irme del bolo" (por lo menos, más de lo que habitualmente hago en mis entradas), a lo que iba.
Lo que a mí realmente me gustaría conseguir ahora es la transparencia o quizás, mejor dicho, la inmaterialidad. Vaya palabra, aunque suene a inventada creo que puede definirse como la capacidad de no tener materia; claro, entonces la pregunta que vendría ahora sería... ¿para qué quieres la inmaterialidad?. No, no quiero la inmaterialidad, quiero ser inmaterial y transparente; ¿por qué?, porque me gustaría atravesar muros y laberintos sin darme cabezazos o sin hacerme un lío. También quiero ser transparente para que, aunque me estén mirando desde arriba (o desde donde sea), no me vean cómo me doy cabezazos y cómo me hago un lío.
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