lunes, 26 de febrero de 2007

Cuando los miedos ralentizan

Últimamente, cuando duermo por la noche, me despierto de repente y sin saber porqué. Es un despertar repentino, breve y sosegado; no me despierto por pesadillas, ni siquiera me despierto por un ruido, tampoco me despierto por una digestión pesada, ni porque me dé la gana. No sé porqué me despierto y eso me asusta, me da miedo; ¡tiene narices!, no me despierto por miedo y sí que me da miedo el despertarme.

A veces, en la vida pasa igual; vas viviendo y te despiertas de repente, hay algo que hace que te despiertes y que lo veas todo diferente. Los despertares de la vida también pueden ser por pesadillas, por ruidos, por malas digestiones o por algo que no esperas; en algunos casos, como me pasa a mí estas noches, en la vida tampoco te despiertas porque te dé la gana y la mayoría de las veces, este despertar sorprendente también te da miedo. El miedo se sitúa en el cauce de lo desconocido, es la respuesta a lo que te sorprende o puede sorprenderte y no se controla. Quién no vive, en un momento o en otro de su vida, situaciones incontrolables.

Lo complicado del descontrol o el "incontrol" no es lo que pueda suceder inmediatamente, es lo que a la larga pueda suceder y eso influya en el devenir de tu propia vida. Lo inmediato es momentáneo, te "deja grogui" y te tambaleas, pero recolocas tu posición y sigues adelante; pero... ¿qué pasa cuando miras lo que puede suceder con tu vida, a la larga, y qué es lo que vas a hacer tú?. En este caso, el miedo te ralentiza, que no paraliza, te hace andar con cautela y muchas veces pierdes la capacidad de ser osado, de seguir adelante con lo que te habías propuesto.

Es cierto que, en ocasiones, encuentras alguna mano tendida que quiere y a veces, puede ayudarte. Es importante no estar esperando o utilizando siempre una mano tendida, es importante que esa mano se vaya diluyendo para que uno mismo pueda arriesgarse a seguir sólo en la vida. Pero siempre, con mano o sin mano tendida, el miedo ralentizará cada uno de tus movimientos, cada una de tus decisiones y si no estás dispuesto a arriesgar, puede que pierdas la oportunidad de volver a dormir sin despertarte.

En estos días de despertares nocturnos, en estos días de miedos, en estos días de manos tendidas, en estos días de riesgos en el camino, en estos días..., quiero seguir caminando, paso a paso, con miedo pero sin paralizarme, con lentitud pero hacia adelante, pero sobretodo... con ilusión, convencido de que merece la pena y con toda la decisión.

jueves, 22 de febrero de 2007

¿Te faltan lágrimas?

Esta pregunta me la hizo ayer una gran persona con la que he compartido grandes complicidades. Inmediatamente pensé que sobre esta pregunta escribiría hoy.

Las lágrimas no faltan, ni sobran; las lágrimas se tienen y están en lo más profundo del ser humano, incluso ahora me asalta la duda de si los animales también tienen lágrimas. Las lágrimas nacen en el silencio de nuestra sinceridad y se juntan para desbordarse cuando nuestro ser necesita o desea expresarse de la forma más íntima. Las lágrimas dibujan emociones, sentimientos, alegrías y tristezas, gozos y dolores, y a veces... hasta el clímax del placer.

Yo soy una persona que nunca ha tenido miedo de llorar y digo miedo porque a veces, algunas personas cercenan sus manifestaciones emocionales porque consideran que al hacerlo se muestran débiles o quizás, lo que es más duro, frágiles. He llorado por dolor, por alegría, por tristezas, por emociones, por...; pero también me han faltado las lágrimas en momentos que tendrían que haber surgido, me han faltado en varias e importantes ocasiones. Hace diecisiete años me faltaron lágrimas, hace once años me faltaron lágrimas, hace dos años me faltaron lágrimas, en momentos únicos me han faltado lágrimas.

Ya no podré revivir esos momentos, no brotarán esas lágrimas que no se manifestaron a tiempo, no podré comprender porqué no surgieron esas lágrimas que debieron reconocer que estaba vivo y quería vivir.

Ahora sé porqué brotan mis lágrimas en cada momento, quizás no sea tan "llorón" como antes, quizás no se desborden con tanta fuerza como antes, pero ahora sí que se desbordan silenciosamente cuando se sienten libres para pronunciarse. Mis lágrimas son mías y como algo mío las vivo, las cuido, las contemplo y luego las dejo marchar.

Hoy sí que libero esas lágrimas de hace diecisiete años, hoy si que siento esas lágrimas de hace diecisiete años; hoy, esas lágrimas de hace diecisiete años, son mezcla de la alegría que no pude expresar entonces y la amargura por no haberlas dejado surgir en ese momento.

Hoy sé que no me faltan lágrimas, hoy sé que ya no impediré que esas lágrimas desnudas desborden mis ojos, hoy sé que puede alegrarme, sufrir, gozar, emocionarme..., hoy sé que mis lágrimas me consolorán porque soy sincero.

miércoles, 21 de febrero de 2007

De marcianos y frikis

Conozco a una chica que es otra habitual en el mundo de los blogs y que en su última entrada, se considera una friki; también en su blog se define como marciana y lo más curioso, en estas dos personalidades se considera acompañada.

Todas las personas e incluso los animales "no racionales" necesitamos sentirnos acompañados, estar en una manada y da igual que sea de marcianos, frikis o activistas desorientados.

Yo también me considero un marciano, aunque me gusta más la palabra extraterrestre. No me considero de este mundo (perdón por una frase que ya tiene copyright divino) y aunque me toca vivir en él, por un momento voy a creer en la reencarnación y considerar una equivocación mi presencia hoy en este lugar.

No he llegado o bajado en una nave interestelar (vaya, y eso que no me gustan las películas de galaxias), he de confesar que me he caído de un guindo y al llegar al suelo me he dado cuenta que está muy duro y hoy, mojado.

No sé que hago hablando de extraterrestres, guindos o del duro suelo; en realidad, de lo que quería hablar es de la soledad y/o de la ausencia de manadas. Soy un hombre afortunado, tengo muchas manadas donde sentirme acogido y estas manadas, sí que son frikis y no marcianos. Los marcianos vienen de fuera y los frikis son de esta tierra aunque parecen marcianos e incluso, los imitan. Las manadas en las que a veces estoy tienen que ver con la utopía, el compromiso político, el compromiso social e incluso, la utopía deportiva (que nos lo digan a los que todavía creemos en que nuestro equipo no va a bajar a segunda). Pero últimamente algo está pasando, ya no me motivan tanto las manadas, ya no vivo tanto las manadas, en fin... que no me creo tanto eso de las manadas.

Hoy por hoy, disfruto descubriendo al individuo y su individualidad (¡madre mía! que profundidad; por cierto, mi madre se llama María Soledad -para más coña-) y ya sé que estáis esperando esta afirmación: con lo que más estoy disfrutando es con descubrirme a mí mismo (toma egocentrismo). Y ahora que me voy descubriendo, me sorprendo y disfruto sorprendiéndome; ahora que me voy conociendo, me reafirmo y disfruto reafirmándome; ahora, descubro y reafirmo que me muero por los demás, individuales o en manada. Ahora quiero seguir siendo utópico, comprometido y creyente de la vida, no como antes que lo hacía porque me quisieran y por la estima de los demás hacia mí, lo hago por quererme y por autoestimarme.

El día está gris y cubierto, quizás como mi estado de ánimo, pero desde este momento me hago activista de los días azules, claros y brillantes. Como podéis comprobar yo también puedo ser un friki, pero prefiero ser una persona que vive, disfruta, goza, sufre, piensa, quiere, se excita (políticamente, socialmente, deportivamente, sexualmente, y... con todas las mentes del mundo mundial).

Por cierto, ¿de qué quería hablar hoy?

jueves, 15 de febrero de 2007

Nudos, desnudos.


Ha pasado una semana desde que escribí por última vez y me alegra, parece que todavía estoy vivo.
Hoy, como hago muchas veces, he buscado en internet una imagen que se refiriera a un nudo. Me he sorprendido cuando me han aparecido dos tipos de nudos: el primero, los típicos nudos hechos con cuerdas y atados de diferente manera; el segundo, un montón de des-nudo-s (según parece, nudo significa desnudo, en italiano).

Bueno, aunque me guste más este segundo tipo de nudo, hoy quería hablar sobre el primero. El nudo que aprieta y sujeta con fuerza. Ya sabéis, los que habitualmente leéis mis idas de cabeza cuando me pongo a escribir, que me gusta comentar cosas que me están pasando y en estos momentos, tengo un gran nudo que me aprieta la garganta (totalmente simbólico y, por supuesto, que no se identifica con el ahorcamiento -ya hemos tenido bastante con Sadam y cía.-).

Llegado a este punto, he de decir que tengo que dedicarme otro día a escribir sobre porqué decimos en muchas ocasiones (por lo menos yo) "hoy voy a hablar" cuando en realidad estoy escribiendo.

Bueno, el nudo. El de la primera foto es muy representativo. Un nudo con muchos cabos (¡vaya con las palabras que tienen varios significados); cuando la cosa se pone fea los cabos van aumentando y si estiras de todos ellos, el nudo se va apretando con más fuerza. Me gustaría que el nudo que tengo en mi garganta tuviese un solo cabo, o dos, todo sería más fácil y algo habitual (creo que todo el mundo tiene algún nudo en su garganta); esta vez, los cabos son muchos: familia -el más importante-, amor -incomprensiblemente importante-, dinero -también importante-, frustraciones "informáticas" -importante por las implicaciones-, agobios voluntarios -algo importante y que nunca me lo quito de encima-, y... ¡vaya!, la salud ¡no!

Como a la hora de deshacer los nudos, lo complicado es saber porqué cabo comienzas a aflojar y eso no es nada fácil; si estiras y te equivocas, el nudo se cierra más. También el tema se complica si al comienzo de la cuerda, de cada cabo, hay un peso que tensa la cuerda; en este caso, la cuerda se tensa más y el nudo sigue apretándose. La solución sería cortar esas cuerdas que forman el nudo, pero también tiene su peligro: el peso que tira de la cuerda puede salir despedido y destrozarse en ese momento. No me importa que algunos de los pesos que tensan las cuerdas de mi nudo salgan disparados y desaparezcan; pero hay alguno, sobretodo uno, que no quiero que desaparezca, que no quiero que se destroce.

Unas letras siempre dicen más de lo que por sí solas significan, juntas forman palabras y las palabras, explican y dan sentido a los sentimientos. Bueno, quien lo pueda entender que lo entienda y quien no lo pueda entender, que disfrute. Hasta otra, y espero que con menos nudos o pesos que tensen las cuerdas.

jueves, 8 de febrero de 2007

"El más terrible de todos los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta"


Esta frase del gran Federico García Lorca y que he copiado del blog de una compañera, viene a resumir mi estado de ánimo esta mañana. Supongo que a estas alturas, no habrá pasado desapercibida la foto que encabeza esta reflexión. Se trata de un ordenador que está siendo utilizado como parrilla para cocinar. Ordenador, fuego, quemado..., todas estas palabras van hoy íntimamente ligadas a la frase de Lorca (en perfecta comunión dentro de mí). Esta entrada intelectual y espiritual (sin grandes pretensiones)tiene que ver con un hecho luctuoso que acaeció ayer por la tarde; perdón, no quiero equivocar a la gente, es un hecho que no apareció en los informativos. Ayer por la tarde, mi ordenador portátil "petó", quiero decir que se murió. De repente, sin síntomas, sólo con un gran pitido de despedida decidió no seguir trabajando y se "quemó" su disco duro. Yo me quedé anonadado, mi ordenador nunca se había portado así, nunca me había pitado de esa manera, ¡qué desconsiderado!; después de tanto tiempo a mi lado, me abandonó con un chillido como el que lanzan los gorrinos cuando les van a sacrificar.
No sé si llorar por la información perdida o darme cabezazos contra la pared por no tener una copia de seguridad; creo, dado que no voy a conseguir nada positivo, que voy a limitarme a giñarme en el desconsiderado ordenador por no tener en cuenta los lazos que nos han unido.
Doy gracias a Federico, gran poeta que no necesitó en su intensa vida un puñetero ordenador para crear tanta vida, por resumir con muchos años de antelación mi sentimiento actual. Mi esperanza está muerta, ya no volveré a revivir esas largas horas "metiendo mano" a las teclas de mi ordenador; ya no volveré a estresarme como cada vez que tenía que reiniciar el ordenador porque se quedaba "colgado"; ya no volveré a revivir la ansiedad del tiempo que esperaba para que se cargaran los programas, los documentos... (ni siquiera la espera que suponían los retrasos de las chicas cuando quedábamos en esas primeras citas se puede comparar).
Te odio querido ordenador portátil, me has dejado huérfano y lo único que recuerdo de ti es ese pitido, hiriente a mis oídos, que me decía: ¡ahí te quedas, mamón!

martes, 6 de febrero de 2007

Soñar o descansar


Hoy me he levantado tarde, cansado, pero no he dormido mal. No sé si necesito más horas de sueño o soñar menos, mientras duermo.
Soñar está bien y es bonito, no el tener pesadillas. Me gusta soñar, pero a veces cansa mucho. He soñado, sueño y soñaré, lo sé y es cierto que no dejo lugar a la duda. Lo más llamativo es que sigo soñando cuando la realidad me recuerda que los sueños, que no pesadillas, casi nunca se cumplen.
Sí que es cierto que a veces, mis sueños se convierten en pesadillas; también es cierto que mis sueños, casi siempre, los tengo despierto y claro, así es más difícil que se realicen. Normalmente, las pesadillas te remueven y cuando estás dormido te despiertas sobresaltado, nervioso, alterado... En cambio, los sueños que tienes cuando estás dormido los disfrutas y no te despiertas, así nunca es posible vivirlos. ¡Qué curioso!, es más fácil recordar una pesadilla, cuando te despiertas, que un bonito sueño.
En la vida hay que intentar que los sueños se hagan realidad, aunque en muchas ocasiones no les damos la oportunidad de crecer una vez que nacen. Tenemos la mala costumbre de interrumpir la realidad del sueño en cuanto vemos que comienza a realizarse; yo me pregunto ¿por qué?, creo que es porque nos da pavor que acaben frustrándose. Somos cobardes y en cuanto empezamos a disfrutar de aquello que siempre hemos soñado, lo cercenamos. Preferimos destruir que esperar a que desaparezca; preferimos sufrir con la posible pérdida que disfrutar aunque haya posibilidades de que desaparezca.
Yo vuelvo a soñar y esta vez, no dejaré que el miedo ahogue a mi sueño recién nacido.

lunes, 5 de febrero de 2007

Un buen partido


Después de unos días sin escribir, me he animado a retomar mi "blog" una vez que he superado la prueba; os preguntaréis ¿qué prueba?, pues comprobar que mi ansiedad no aumenta por no escribir diariamente, al contrario que lo que me ocurre con el teléfono móvil (mi ansiedad se desborda cuando lo dejo olvidado en algún sitio).
Un título, como el de esta entrada, puede dar lugar a diversas interpretaciones de lo que significa el término "partido" (político, económico, etc.), pero yo me refiero a una acepción... a la vida. La vida es como una liga y en esa liga juegas muchos partidos, a veces los ganas y a veces los pierdes.
En estos momentos, estoy jugando uno de los partidos más importantes de mi vida y la ubicación es en una cancha de baloncesto, con un balón y con toda la emoción y el ambiente de un buen partido de baloncesto.
El sábado acudí a un gran partido (de baloncesto, por supuesto), jugaba mi hijo y yo vivía la tensión y los nervios del encuentro. La temperatura era fría, heladora, y estábamos muy pocos presenciando el choque. Era un momento importante, los dos más fuertes se enfrentaban y en el aire helador, se notaba que no era un partido como los otros.
Comenzó el choque y mi hijo jugó diferente, más centrado, luchando más y tomando la iniciativa; yo le miraba, le seguía en cada movimiento y poco a poco, descubría que iba ganando la partida. Yo poco podía hacer desde las gradas, animarle, gritarle indicaciones y esperar que, en su juego, las cosas le salieran bien. Lo importante es que el jugaba su partido y que yo estaba ahí, a su lado.
Cuando acabó el partido, la tensión bajó y yo, orgulloso, estaba emocionado y diciendo para mis adentros: ¡es mi hijo!. A la salida felicitaciones para él, pero las recibía yo, y esto me hacía sentirme cada vez más orgulloso y cercano a él.
Ahora seguimos en otro partido, en el de la vida; a veces jugamos el uno contra el otro y a veces, la tensión también crece. Supongo que jugaremos muchas partidas y me da igual que me gane; lo que me importa es que luche por él, centrado, tomando la iniciativa y que al final, él esté orgulloso de sí mismo al final de cada partido, cuando vaya ganando la liga de la vida.
Yo sólo quiero que al final de mi liga, al final de mi vida, mi hijo me recuerde como aquella persona que siempre quiso acompañarlo en la vida, en los partidos y que cuando iba acabando cada uno de ellos, decía orgulloso: es mi hijo.
Yo mientras tanto y mientras aguante, a pesar de la dureza de los partidos, estaré animándolo y acompañándolo desde la grada de la vida. IGE, te quiero.